Mensaje de bienvenida

Bienvenido a este blog en el que narro mis reflexiones personales, fruto del encuentro con Cristo en la oración. Cabe alcarar que con estas reflexiones no pretendo exponer el pensamiento oficial de la Iglesia sino que es fruto de mi relación con Nuestro Señor. ¡Dios los bendiga!

lunes, 22 de noviembre de 2010

El huésped bendito

Leyendo y meditando el otro día a Mt 12, 43-45, que narra la parábola del endemoniado, comencé a pensar en esa casa interior que somos y la manera en que nosotros buscamos desterrar al huésped indeseado que es el pecado. Pensaba en cómo cerrar la puerta y atrancarla por dentro para no dejarlo pasar e imaginaba muchas posibilidades que siempre tenían deficiencias. Y es que resulta obvio que si por las propias fuerzas buscamos la perfección esta no llegará porque no hay perfectos fuera de Dios además de que sin Él nada podemos.
Me asomé entonces a los versículos anteriores y posteriores de este pasaje y leí con asombro la parábola del sembrador un poco adelante del texto que había leído y detrás del mismo leí el reproche que Jesús les hace a los fariseos por pedirle una señal y el anuncio de que recibirán “la señal de Jonás”. Caí en la cuenta de la grandeza que encierra la pequeñez, una pequeña semilla que, echada sobre tierra buena y bien cuidada, rinde fruto abundante en la sencillez de una pequeña plantita alimentada por la tierra, el agua y el sol, sencillez contraria a las grandes señales exigidas por los fariseos y muy similar a la grandeza oculta de la señal de Jonás realizada por Jesús: el entrar en el seno de la tierra, como la semilla, y salir de ella resucitado, cargado de frutos, como la espiga dorada y triunfante. En esta acción Cristo vence al pecado y lo expulsa de la tierra. Del mismo modo, pensé, Cristo al encarnarse en nuestras personas destierra el pecado y lo repele cuando quiere volver pues si el demonio en vez de regresar y ver una casa limpia encuentra un nuevo huésped a quien no puede ni ver huirá de nuevo a su soledad.
Si queremos desterrar de nosotros el pecado no es a base de esfuerzos humanos o cumplimiento de reglas y más reglas sino es por medio del abrirle nuestro corazón a Jesús, dejarnos tocar por Él y dar fruto abundante de obras de misericordia. Dejemos entrar al huésped bendito en nuestros corazones para que nos “remodele” y nos convierta en auténticos y dignos templos de su Espíritu Santo ¿Y tú cómo puedes dejar crecer la semilla de Jesús en tu corazón?...

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